Humorismo y Sociedad



Desde el amanecer del hombre, el tropiezo con la misma piedra por segunda vez ha ocasionado una carcajada incontenible y levemente cruel. Según todos los indicios inherente al hombre, el humor, ha sido utilizando a lo largo de la historia con distintos fines, unas veces para ridiculizar al poderoso, otras para ahuyentar el miedo o entretener al gobernante. Estudiado con rigor únicamente en las últimas centurias, los mecanismos que la integran han ido afinándose con el paso del tiempo, hasta consagrarse como un arte propio de las más altas manifestaciones del espíritu del hombre. Una reflexión sobre el humor, nos puede llevar por senderos que se apartan de las lindes a que este escrito debe limitarse, pero unas breves pinceladas de lógica, ayudarán a entender su naturaleza y su sentido.

Según el diccionario de la Real Academia, dentro de las múltiples acepciones de la palabra “humor” podemos observar una traslación que por su significado, resulta esclarecedora. El concepto de “humorismo”; modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas.

Social por excelencia, el humor a congregado multitudes y derrocado honores o falsos respetos. Su aparente distensión lleva implícita la apertura hacia una nueva perspectiva de comprensión que augura cambios profundos en las concepciones más arraigadas. El humor puede mostrarnos lo trascendental de elementos frívolos, pero más importante, nos puede enseñar la autentica trivialidad de lo considerado primordial. Con su lógica tenaz, el humor consigue desenmascarar para el espectador, la relatividad de los valores, los puntos de vista y las creencias más enraizadas. Sin duda fuente de legitimación argumental, aporta en múltiples ocasiones, pedestres argumentos para los menos doctos en las artes del pensamiento. Potencia de manera sin igual las relaciones sociales, tanto las de amistad o parentesco, como las concernientes a actividades profesionales.

Bajo la perspectiva psicológica resulta una defensa eficaz contra las situaciones de tensión o temor extremo, que pueden dañar la evolución sana de la personalidad. Fisiológicamente, la risa y por consiguiente el humor, tiene efectos positivos en el organismo, como puede ser la reducción de la presión arterial y la disminución de dolores ante la desviación del foco de atención. La entrada de mayor cantidad de oxígeno en la circulación sanguínea, relaja considerablemente al espectador.

El funcionamiento del humor pese a los cambios culturales y sociales, se mantiene bajo unas pautas precisas que la acotan y permiten su evolución como ejercicio de virtuosismo.

Parece ser que, el mecanismo, se dispara al producirse una discordancia entre lo que se espera y lo que se nos presenta. Contraste que puede tener su origen en la norma social, moral o de cualquier otra índole. El hombre a una nariz pegada de Quevedo es buena muestra de la dicotomía entre lo que se espera y lo que se muestra. El salto psicológico que lo acompaña, está sin duda ligado estrechamente a la retórica del estilo propia de un maestro. La impresión que nuestros sentidos nos transfieren puede tener un origen real o puede ser fruto de la imaginación y presentársenos en un formato normalizado.

Respecto a estas pautas prefijadas, donde nuestras estructuras lógicas ya se encuentran cómodas, hay que precisar que nos encontramos con una serie de géneros o líneas tradicionales hacia donde tienden las creaciones más prolificas y usuales. No obstante las clasificaciones susceptibles a un análisis se basan, como cualquier modelo estructural, en una perspectiva concreta, un punto de vista que resulta a la par esclarecedor y limitante, según sea su uso, época y corriente intelectual. Dependiendo de si observamos la finalidad, la forma, el medio, la autoría, el publico al que se dirige, etc, podemos admirar una serie de clasificaciones. Según la forma en que se utiliza el lenguaje por ejemplo, vemos que podría darse; un juego de palabras, la exageración, la ironía, la situación...según el medio que se utiliza podrían ser; periódico, cómic, teatro, radio, publicidad, televisión...

En este sentido, parece que todo medio es susceptible de ser un transmisor de humor, toda disciplina artística, ya sea plástica, literaria, escénica o musical. La maleabilidad de los medios nos lleva a pensar que la elección de un transmisor apropiado no es una condición a priori, es decir, no hay un sistema que condicione la tipología cómica, sino que es el tratamiento que el autor moldea en unos u otros el que suscita la risa. No existe una predeterminación concreta que dicte el que un hecho sea dramático, lírico o humorístico, es el enfoque, la coloración de que el artista las impregna junto a su genuino estilo. En la mayor parte de los casos es el lenguaje, el que consigue otorgar el cariz apropiado, según sean las intenciones manifiestas. En todos ellos la letra y su sutileza resulta esencial para manipular los tenues resortes de la risotada.

Ya hemos citado sucintamente las relaciones que el humor puede tener con la sociedad, concibiéndola como colectivo alejado parcialmente del poder y la riqueza. Plenamente entendida como la masa de Ortega, el ascenso del hombre gutural en el seno de la civilización es una realidad instaurada tiempo atrás. Este nuevo hombre exige un humor propio de sus toscos esquemas, pero no todas las premoniciones del filósofo se perdieron en el olvido y ciertas capas sociales se constituyen, hoy en día, como defensa impertérrita de la intelectualidad y la belleza sana de un humor crítico con la sociedad, los valores y la clase política pujante. 

Un humor de calidad, que incólume ante la ola de risa fácil y tonta, no deje de perfeccionar y evolucionar, continuando la senda que comenzaron bufones y sátiros. La filosofía de baja estampa que la diatriba social presenta, puede fundamentar una lenta pero firme recuperación de la razón y la verdad en pos de la propia sociedad que las inspira. El legado de los grandes quevedos no ha dejado una memoria vana, y se alza entre las consciencias de creativos y humoristas en todo el globo. Arma de doble filo para políticos e instituciones, el humor puede influir de forma decisiva en las tendencias sociales de pensamiento y opinión. Con especial calado en temas poco conocidos, gentes pobremente instruidas y personalidades endebles, la ironía, ya sea en guiñoles, caricaturas o glosas gráficas, actúa de forma devastadora a la hora de sustentar un primer argumento, una primitiva opinión.

Respecto a la narrativa, aunque es aplicable a todo genero cómico, aparecen dos elementos íntimamente relacionados que actúan como pilares fundamentales: por un lado, la necesaria existencia de una situación que implica la pervivencia de un personaje para el cual dicha situación resulte cómica (pues lo que para uno personaje puede ser cómico, puede, para otro, no serlo). Como un segundo elemento a destacar vemos el estilo, es decir, la forma con que se dice o se muestra dicha situación. 

Como ya hemos mencionado, ningún medio ni contexto es gracioso por si mismo, sino que es la capa de humor que el autor aporta, la que otorga el cariz humorístico. Otra característica que supone una verdadera aportación en cuanto a la forma y estilo, es el orden de las palabras y la información que de ellas se extrae. En el sutil trato del humor, el espectador no es un mero admirador de la realidad que se presenta, no es una mente pasiva. El humor bien entendido, requiere cierto grado de implicación, cierto grado de dependencia que supone una participación ágil, o al menos parcialmente activa del espectador. Dicha respuesta debe surgir de los encubiertos resortes que asocian las ideas y los sentimientos junto a las estructuras sociales aprendidas desde la infancia.

La relación del humor con la opinión publica ha variado a lo largo de la historia, dependiendo de las circunstancias socioculturales en las que se halla inmerso. Centrándonos en las realidades que se nos presentan más cercanas, podemos observar pautas simples de condicionamiento humorístico que poseen un grado realmente escueto de coherencia social, para dejar entrever un creciente sector con limitadas capacidades para evolucionar hacia un refinamiento que suscite un despliegue mayor de los sentimientos y capacidades humanos. Por otro lado también nos encontramos con elaborados sistemas de lógica humorística que exigen un bagaje y una cosciencia de las realidades que excede en mucho la alcanzada en épocas pretéritas. Ambos extremos nos muestran la versatilidad del intelecto para adaptarse a la amplia oferta de soportes y formas en que el humor puede presentársenos. 

También socialmente, la consolidación de algunos medios y la desaparición de otros, nos muestra una realidad viva y cambiante, que merece toda nuestra atención y estudio. Para una sociedad anquilosada, la práctica de una sátira mordaz supone todo un ejercicio de dificultosa introspección. Del “Castigat Riendo Mores” o enmienda las costumbres riendo, tomaron buena nota los escritores latinos, y la herencia dispersada por toda Europa se escuchó junto a un eco audible que perdura hasta nuestros días. La critica humorística, el ridículo de modos y maneras es sin duda el mayor promotor de cambo social de que disponemos a la hora de profundizar en la hipocresía que por doquier aparece. Estadísticamente estudiado, la influencia social se perfila como uno de los elementos de mayor repercusión en la opinión personal de cualquier sujeto actual.

Las teorías de la comunicación de masas han acertado en la elaboración de proposiciones que expliquen y maticen influencias, que alcanzan su grado máximo, que duda cabe, en la televisión. El reducto parcialmente intelectual que lee los periódicos, queda en ridícula cifra al compararse con la abrumadora masa de seguidores de la caja boba. La panacea de la cultura mundial, presenta unas características bien definidas, con unas limitaciones y ventajas respecto a los otros medios, estandarte de las cuales es la imagen en movimiento. 

No incidiré más en las complejidades de este medio tan versátil y por tanto tan peligroso. Únicamente hemos de plantear nuestras inquietudes en el campo del humor, y para ello, la reconstrucción conceptual de un ejemplo aparece como un ejercicio de utilidad sin precedentes. La elección de el medio por excelencia queda más que justificado si pensamos que la importancia de la influencia es proporcional a la cantidad de personas que pueden funcionar como espectadores. La popularidad de la serie a la que hacemos referencia, ha alcanzado cotas desconocidas, gracias ya sea a la pericia de unos guionistas realmente comprometidos con la filosofía crítica del humor, o a la identificación parcial con ciertos personajes que ya han adquirido el titulo de familiares. La elección de un capítulo al azar, nos muestra el alto nivel que encontramos en cada uno de los episodios que comparten una serie de personajes y estereotipos dignos de una breve presentación introductoria.

Los Simpsons (The Simpsons) se nos presenta como una serie de animación donde los percances de una familia americana de nivel medio-bajo resultan francamente cómicos. Gracias a la peculiaridad de los personajes, las situaciones se suceden en un ambiente que roza el surrealismo. Los integrantes de dicha familia, son los principales protagonistas, en torno a los cuales gira la trama general de la serie. En primer lugar el cabeza de familia, el padre, Homer es sin duda alguna uno de los alicientes más llamativos de la serie. Idolatrado por multitudes, a llegado a constituirse un icono de la memoria colectiva actual pese o gracias a sus escandalosos defectos. 

Vago hasta estremos inimaginables, descuidado y grosero, Homer es sin saberlo el hedonista moderno por antonomasia. Su mujer Marge Simpson, ama de casa, cariñosa y sacrificada, pasa los días entre labores domésticas e intentando mantener un mínimo de orden e higiene en tan peculiar hogar. Los hijos son tres; Bart, el mayor, niño rebelde y maleducado; Lisa como una hermana intelectual y sensible, y Maggi, también chica, pero muda aún, dada su corta edad. La prodigalidad de personajes secundarios enriquece la serie de modo que toda tipología moderna minimamente asentada tiene su representación en el universo del autor Matt Groening. Ya sea por identificación o por conocimiento presente, el humor ácido de los Smpsons ha educado ya ha varias generaciones, que como si de pautas normales se tratara, han asimilado su contenido de forma que las repercusiones de su influencia requieren una atención que precisaré en las conclusiones. Dada la multitud inabarcable de referencias cruzadas y gags de todo tipo que aparecen en cada episodio, solo citaré las que puedan resultar particularmente esclarecedoras a la hora de admirar una repercusión fehaciente en modelos de conducta actuales, evidentes a ojos de todos.

El título del capítulo seleccionado es: “Mamá y el arte de Papá” A grandes rasgos nos narra un periodo en la vida de Homer donde su infructuosa labor a la hora de construir una barbacoa, le lleva tras estrellar el amasijo de objetos contra un coche, a presentar la pieza como parte de una exposición de arte moderno. Su carrera como artista dura poco, pero no antes de consumar una última obra absurda y en cierta medida genial. Dentro de la trama podemos encontrar toda una serie de anécdotas y situaciones donde se despliega todo el afán creativo de los guionistas, verdaderos constructores del humor.

Para comenzar con las secuencias más destacadas, podemos ver a Homer en una hamaca, bebiendo cerveza desde primeras horas del día. El Alcoholismo incipiente en la sociedad actual es una frecuente alusión, aunque generalmente más agresiva que la que en este episodio  presenta. La advertencia está clara respecto a las consecuencias del exceso, pero es en un padre de familia, donde estos matices adquieren un carácter más estrambótico y sagaz.

En un segundo momento, podemos escuchar, como Homer explica que el origen de su exclusiva existencia radica en el hecho de usar tallas especiales. La crítica al sujeto egocéntrico nos acerca a la concepción de hombre masa de Ortega, donde la invasión vertical de una nueva legión de bárbaros surgidos del seno de la civilización parece tener con Homer a su dirigente mas exiguo. Las tareas empezadas y nunca terminadas del cabeza de familia, añaden consistencia a la arquetípica situación donde la mujer aparece como la única encargada de las labores domésticas. 

Este tipo de críticas a la familia machista, ha tenido un calado progresivo a lo largo de las últimas décadas. No hay símbolo más claro de una paulatina educación social en este aspecto, que la incorporación masiva actual de la mujer, al mercado laboral. La colaboración, la redistribución de las labores domésticas es en la actualidad una tarea de equipo donde la consideración del género ha visto reducida su influencia(no diré desaparecida) de modo notable. Los gags se suceden a un ritmo trepidante, mientras se realizan pequeños guiños al espectador y se critica la realidad del trabajo como un elemento alienante y sin trascendencia alguna.

La presencia inoportuna de un niño (Bart) dentro de una conversación entre adultos, nos enseña un humor que lejos de una crítica feroz, se recrea en elementos por todos conocidos para establecer una base de comprensión socarrona común. Las referencias cruzadas a otras series de televisión norteamericanas, también son usuales, jugando con personajes que un espectador carente de instrucción en este campo no conocerá.

En otra secuencia, Homer se ríe ante el hecho de que un hombre lleve delantal, lo que nos  enseña la pedestre mentalidad de un sujeto que roza el arcaísmo más primitivo en un desfase exagerado respecto a las pautas de su propio tiempo. En un mundo que le resultará extraño y cruel, Homer no ve, con su limitada percepción de las realidades que le rodean más que un amasijo de graciosas formas, ideales para su absurdo regocijo humorístico.

La conciencia social respecto a la legislación imperante está francamente cercana a la que presentan Bart y Homer al especular sobre una probable quema de pruebas en la barbacoa que piensan construir. Es el hecho de tomarlo como normal lo que sorprende y causa gracia, es la forma de plantear un tema que por su naturaleza pertenece al ámbito de lo innombrable.
El padre despreocupado de sus hijos aparece en diversas anécdotas del capitulo: delegar tareas que debiera realizar él mismo, el dejar el arma en la cuna de Maggi, la desatención de cualquier actividad productiva... Dentro de los constantes golpes de humor de la trama, destaca por su extrema jocosidad, la reiteración de accidentes al intentar ensamblar la barbacoa, poniendo de manifiesto a un sujeto incapaz de realizar cualquier actividad manual que requiera de una mínima coordinación o comprensión de unas instrucciones. La rabia, la impotencia y desesperación se acumulan en los instantes en que el desfase entre la teoría perfecta y la fracasada práctica evidencian unas esperanzas arruinadas. 

El intento de devolver una compra evidentemente manipulada, sitúa al espectador en escenarios de similar índole, donde las tentativas de un fraude a escala del consumidor  resultan ridiculizadas por el paralelismo con la serie. Aquí, la educación a través del humor actúa de forma plena predisponiendo al individuo para situaciones afines. Los intentos de deshacerse por vías ilícitas de la chapuza conseguida, manifiestan una vez más la baja conciencia de este singular sujeto. La ridiculización de sus acciones de forma repetida, produce un rechazo constante a las motivaciones del personaje, pero no lo realizan de forma chabacana o burda, sino que simplemente ponen de manifiesto su cara más oscura y despreciable  mediante escenarios y situaciones familiares pero exageradas hasta el esperpento.

La famosa pasión por las armas de los norteamericanos, justificada en muchos casos como medio de defensa, queda instantáneamente descalificada cuando Homer se dirige a la puerta con una escopeta como único medio válido de diálogo ante una simple conversación.

La crítica al llamado arte moderno es clara y feroz. El que un sujeto que linde con la subnormalidad realice obras que merecen exponerse en museos, no es más que la certidumbre de que en el mundo del arte existen ciertos sectores que pueden y deben ser puestos en duda, cuestionando la identidad y trascendencia de obras aparentemente absurdas. El séquito de personajes que alaba y sigue a Homer, representa todo un grupúsculo de estereotipos propios de ese mundo del arte que parece, a los ojos de los estadounidenses, tan Europeos. 

Ciudadanos que a modo de seudo intelectuales buscan cierto sentido del arte efímero consiguiendo presentarnos toda una serie de snobs decadentes. La innovación como esencia de este nuevo arte y no el esfuerzo constante de la inspiración, produce obras banales y carentes de trascendencia fuera de un pequeño grupo y una breve tiempo. El hombre medio, no especialista en arte, ha tomado buena nota de todo este tipo de matices respecto a las obras de arte y su auténtico valor. Hoy, no obstante, la compra de cuadros parece desligarse de extravagancias y críticas, tendiendo a enfocarse exclusivamente hacia lo que resulta agradable a la vista.

La incomprensión final de Homer ante rechazo de sus nuevas obras,  muestra lo perdido del hombre sin cultura, falto ya de toda referencia para explicar la situación a la que ha llegado. En este sentido, la sociedad actual parece en ciertos niveles concienciada ante la necesidad de una cultura. Décadas repitiendo a Ortega y Unamuno han confirmado la necesidad de una educación y una voluntad de mejora que parecía asimilada sempiternamente. Nada más lejos de la realidad, nuevas generaciones de especialistas y hombres inconclusos parecen surgir para perpetuar las premoniciones del filósofo.

La asimilación de series de televisión como la anteriormente citada, parece estar llevando a generaciones enteras de niños y jóvenes a no comprender realmente la naturaleza de las imágenes que se exponen. La falta de referentes claros, pueden presentar sujetos que no ven reflejada la fatalidad que esas críticas presentan, al no identificar lo que ven, con realidades fácticas sobre las que aplicar dichas situaciones. 

El desgaste de estereotipos y su beneplácito como algo usual da pie a errores de base y por consiguiente a fracasos de fondo. Estas nuevas mentalidades sugestionadas desde temprana edad originan una doble vertiente de consecuencias, por un lado, la pérdida de gran parte de la carga humorística ante la aceptación inconsciente y banal de esas manifestaciones. Por otro lado supone una aprobación de carácter más voluntario, de ciertos valores y actitudes que de modo crítico se presentan, pero que no se rechazan, sino que se imitan y alientan como situación normal y sana. 

En estas series cada broma es una síntesis de reflexiones a cerca del hombre que está surgiendo en una sociedad que permite y fomenta este tipo de aberraciones. Toda expresión, especialmente la humorística es en el fondo una exageración desmesurada, pero no por ello menos válida, pues en la aceptación de este hecho surge la comunicación humana tal y como la conocemos. En cualquier caso la profecía siempre otorga esperanza de que no encontremos a un Homer mirando los Simpsons y riéndose de si mismo.


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